Fotos: José Mario Aguillón G.
“Me llamo Juan José Cortez Martínez soy de Arandas cerca de Guadalajara y tengo 106 años, no me perdí, lo que pasa es que me salí a pedir dinero y luego ya no supe regresar a la casa que me presta una mujer, está cerca de la zona, sí, se dar con bola”, así se presentó al ser cuestionado por Dante Palacios secretario del juez calificador, sin embargo, las matemáticas confirman 107 de edad.
Mientras redactaban los oficios, papeleo necesario para entregarlo a la procuradora del DIF Norma de la Cruz Villamán, el anciano contestaba a la curiosidad y asombro de los funcionarios y de Frontera a Tiempo.
Despacio ayudado por un bordón hecho con rama por un joven amigo de él de la calle Palafox, dijo, -se ubicó en uno de los asientos y advirtió- “no más hábleme fuerte, por que las orejas ya no me sirven muy bien, ¿qué si vi la revolución? sí, si la vi pero era muy chico y mi padre don Juan ayudaba a la bola contra los pelones soldados, que eran bien carajos, yo fui rico un tiempo por él, pero se acabó todo el infeliz gobierno”.
Aseguró que no participó ni en esa, ni en otras luchas como la cristera, y cuando las máquinas hicieron a los “pelaos” inventar los sindicatos, simplemente fue de Estado en Estado, trabajando en la labor y con el ganado, a su paso por pueblos y ciudades los juegos de azar era la única diversión a la mano, “el radio era para tontos y no todos tenían, menos en los ranchos, en el campo era la baraja, el naipe y más pa´ ca, los dados”, al tiempo en que se queda en silencio esboza una sonrisa como recordando.
Tuvo 13 hijos con dos esposas, ninguna de ellas sobrevive y de su descendencia no sabe nada, algunos están en General Terán otros en Zacatecas, y aquí en Tamaulipas, pero él mismo reconoce que sus recuerdos le fallan.
“¿Qué, qué siento por tener 106 años?, nombre ya estoy harto ya me quiero ir, una vez, creo que no hace mucho un hombre me halló o lo hallé yo, ya ni sé, pero era una persona joven, me dijo que se llamaba Jesús no se que, hijo de Dios, le dije a chingaos, ¿cómo está eso?, bueno si eres Dios llévame ya, estoy harto, pero cree que me dijo, no Juan tu todavía te quedas aquí, mira que gacho, bueno, pos ni modo aquí le seguimos”, nadie de los presentes refutó o se mofó de su plática.
De los políticos a los que conoce como jefes de gobierno, se ríe “es la misma fregadera siguen siendo ratas, no´ más que ahora no hay dinero para los fregados no más pa´ellos, como cuando ya me quedé sin dinero, ya las mujeres no me quisieron porque no les daba nada, antes si me miraban y decían ven Juan y me abrazaban”.
En 1945 asegura que conoció a un hombre que le decían “El Doctor y otro que no me acuerdo, mataban mucha gente en el río, ¡como mataron gente¡, hasta que un día vinieron los soldados y anduvieron hasta que los agarraron, ya no supe de ellos”.
A la llegada de la licenciada Norma de la Cruz Villaman, don Juan le dijo “mira qué bueno que llegaste, hasta para acá porque necesito alguien que me acompañe, vamos a donde tú me digas, yo soy de Arandas, Jalisco…”, ayudado por un auxiliar del DIF paso a paso salió del edificio sin parar de hablar con la funcionario.
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